Docente por más de 50 años. Director por más de 40. Maestro por siempre. Rubén Miranda fue el protagonista de la nueva entrega de La Construcción del Hombre. Su simple vocación alcanza para emocionar.
Cuando se le consulta a una persona por su escuela primaria las respuestas redundan en tiernos recuerdos de la niñez. El color y los dibujos de los pupitres. Alguno más memorioso podrá recordar con exactitud el orden en el que se sentaban todos sus compañeritos. La cartuchera mancillada con tinta y demás útiles. La lapicera-pluma que manchaba todo lo que encontraba a su paso. El manual. El cuaderno de comunicaciones. El boletín. El aroma del aula. El temido director.
Rubén Miranda tiene 75 años. Durante 43 estuvo al frente de la escuela primaria ?Juan Larrea?, del Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Fue director hasta 2008 cuando, por una decisión ajena a su voluntad, debió jubilarse.
Maestro de alma y del alma, Miranda entregó su espíritu al servicio. ?La docencia es la profesión más idealista. Tanto el hombre como la mujer tienen que poner su corazón y empeño, puesto que ser maestro es sinónimo de la palabra espejo o ejemplo. Tenemos que estar preparados tanto intelectual como emocionalmente para poder brindarnos a los chicos?.
Es dueño de un pensamiento que algunos se empeñan en etiquetar como obsoleto.
?Mi táctica siempre ha sido escuchar a los chicos. Se cree que porque son chicos los problemas son menores, pero es exactamente lo contrario?, aseguró con total certeza y acierto.
Miranda impartió disciplina. Aprendió a enseñar. Enseñó a aprender. Y logró que cada recuerdo de la escuela que anida en la mente quienes fueron sus alumnos pueda robarles una sonrisa.
En definitiva, educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las enfrentar la vida. Rubén Miranda lo comprendió a la perfección.
Los maestros están en todas partes.
Lo que se necesitan son personas dispuestas a aprender.
- Wendell Berry