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?La arquitectura mejora la vida del hombre y puede hacer un mundo mejor?
El Arq. Daniel Silberfaden, Decano ?y creador- de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo, dejó una huella indeleble en nuestro programa. Altruista, idealista, soñador, luchador, emprendedor, creador. La simpleza de su pensamiento sólo puede anidar en mentes complejas.
Es ya una frase eternamente inmortalizada aquella que reza lo siguiente: ?Las personas más talentosas son, casi siempre, las más humildes?. Daniel Silberfaden comenzó su carrera en la arquitectura con sólo una certeza: su gusto por el dibujo. Así, el trazo azaroso del lápiz que dio inicio a su vida profesional lo depositó en el circuito ciclópeo de su ?honesta e ininterrumpida- carrera.
Sus sentencias no hicieron más que confirmar la firmeza del sello distintivo y de las condiciones más íntimas que gobernaron su derrotero en el sector que lo vio crecer. ?La arquitectura mejora la vida del hombre y puede hacer un mundo mejor. Ella, junto a la ingeniería, son creadoras de casi todo?. Para él, su profesión desempeña muchas tareas, pero una se destaca sobremanera: ?La arquitectura mejora la vida del hombre y puede hacer un mundo mejor?. Contundente. Categórico.
Está claro que, dentro de su rubro, la creación de la ciudad se yergue como la construcción más trascendente del hombre. Por supuesto que, junto al devenir de las imágenes que acompañaron el trayecto de la evolución citadina y la cadencia de los sonidos que viajaron junto a las urbes, muchos valores cedieron ante su fastuosidad. ?La ciudad debe recuperar el cuidado público, el cuidado del chico que camino sólo sin que nadie le pregunte dónde están sus padres. Debemos recuperar el sentido de comunidad?. Porque, en definitiva, la ciudad sólo tiene sentido cuando en ella arraiga una idiosincrasia compartida. Sólo así.
El sueño de la ciudad perfecta no es un idilio ni una utopía dionisíaca. Pero claro, frente al contexto actual, es aún un sueño. Y ya sabemos lo que decía Calderón de la Barca a través de Segismundo?
?Creo en lo que sé?
Sabio. Reflexivo. Comedido. Sereno. El Dr. Enrique Gurfinkel dejó su huella en el programa. La cardiología, los recuerdos, el Dr. Favaloro, su familia y sus investigaciones fueron algunos de los temas abordados. Imperdible.
?Se construye a un hombre sano educándolo. Si no hay educación no hay salud?. Y si no hay palabras como las del Dr. Enrique Gurfinkel no hay educación. Su frase, tan simple como verosímil, resume el secreto de la medicina. Y vaya si lo hace que sus palabras fueron proferidas casi como el susurro de un padre que intenta explicarle el sentido de la vida a un hijo.
El Dr. Gurfinkel recibió su título de médico en 1982 y se doctoró en la Universidad de Buenos Aires en 1995. Becario en Reino Unido, investigador, docente, Jefe de Cardiología de la Fundación Favaloro y especialista en arteriosclerosis, ha dedicado su vida a la salud cardíaca. Hoy, su voz y su experiencia diseminan los recuerdos de su pasado, su vínculo de admiración y eterno aprendizaje con el Dr. René Favaloro, sus investigaciones en el CONICET y en las publicaciones de medicina más importantes del mundo.
Por supuesto, la ciencia también tuvo su lugar en la charla con un hombre nacido de sus entrañas. Y el primer tema fue la génesis de lo que hoy llamamos medicina. ?Si miramos la filogenia de la naturaleza del primate, nos preguntamos ?¿cómo hemos sobrevivido a la conversión en seres humanos hace 2.5 millones de años?, ¿cómo llegamos acá?? (Lo hicimos) con dos grandes pilares: el primero fue el desarrollo o tolerancia al hambre; el segundo han sido las defensas, la inmunología. Ahora bien, estos elementos tienen un punto de contacto: si no fuera por la inmunología y las defensas y si no fuera porque tuvimos hambre en algún momento hoy no estaríamos acá?. Contundente.
Quienes hablan de ciencia no hacen otra cosa que entablar un diálogo con la verdad. Quienes hablan con la ciencia no hacen otra cosa que ir en búsqueda de la verdad. Y ella, por más que se empeñe en ocultarse, tarde o temprano es develada.
La ciencia es una de las formas más elevadas
del quehacer espiritual pues está ligada a la
actividad creadora del intelecto, forma suprema
de nuestra condición humana.
- René Favaloro
?La vida es mucho más fácil de lo que pensamos?
Juan Carlos Pallarols: orfebre, maestro con vocación filosófica, sensible, creador, historia viviente y soñador permanente. Su vida y su obra impregnan cada una de sus frases. Su alma y su corazón ofrecen los sentimientos más auténticos. Pallarols, el genio de la platería fue nuestro invitado.
?Con que haya amor es absolutamente suficiente. El cielo está acá; es todo lo que uno puede lograr simplemente entornando los ojos?. Maravilloso. Nada se puede agregar ante la profundidad del pensamiento de un sueño. Nada se puede agregar una visión inmaculada del escenario terrenal. Sólo contemplar.
El orfebre maestro Juan Carlos Pallarols diseñó y creó obras para el Papa Benedicto XVI, para la Princesa Máxima de Holanda, para el Rey Don Juan Carlos I de España, para Joan Manuel Serrat y Frank Sinatra, entre otros. Quizás, la inmensidad de su trabajo sea la guía espiritual que ilumina su camino y le permite recitar ?cual filósofo- frases así: ?Tengo una idea de la vida muy concreta: considero que los únicos que tenemos sentido somos los que caminamos el planeta. Yo no haría más platería o dibujos si fuesen para colocarlos en un mueble. Lo hago porque es para alguien. Creo, siempre, que lo más importante está por venir y que el trabajo más lindo es el último?. Demasiadas oraciones perfectas para una misma secuencia.
Perteneciente a una familia de orfebres, Pallarols creció rodeado por la belleza de la plata. Sus pensamientos, su filosofía, su ética, su sentimentalismo y su retórica son sencillamente solemnes.
Reservamos para el final dos joyitas. La reflexión acerca de ellas está en cada uno de ustedes: ?Mis hijos y mis nietos han sido la obra más importante que aluna vez creé. La vida es mucho más fácil de lo que pensamos?.
?No admito a la gente que piensa cuánto le falta para jubilarse?
Contundentes. El Ing. Arturo Bignoli y el Dr. Ing. Carlos Alberto Rosito resumieron con esa frase de qué se trata desarrollar una profesión. Dos voces vinculadas por una vocación y un horizonte común.
?Desde un punto de vista introspectivo, una persona siempre tiene que seguir estudiando porque al que no estudia se le atrofia el cerebro?. Con esa frase, el Doctor en física recibido en la Universidad de Essex (Gran Bretaña) e Ingeniero Carlos Alberto Rosito, finalizó su exposición; sin embargo, la génesis de ese teorema abarca la totalidad de su pensamiento. Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y docente desde 1969, el Dr. Rosito planteó su postura frente a la inacción contemplativa que observa en la actualidad.
En apoyo a su tesis, el Ingeniero Civil Arturo Bignoli, maestro de su especialidad en la Argentina, enfatizó lo siguiente: ?(En la vida) existen dos ejes. En uno de ellos deben ubicarse a los conocimientos empíricos y en el otro a los teóricos. En el vértice inferior (de la intersección de esos ejes) está el día en el cual empiezo a cursar la facultad y en el superior el día en el cual me gradúo. En este punto quiero hacer una aclaración: el día en el cual finalizo mis estudios no soy ingeniero sino un graduado?. Y luego agregó: ?Lo que necesito para ser considerado ingeniero es cumplir el siguiente aforismo del Ing. P. S. Blockley, miembro correspondiente inglés de la Academia Nacional de Ingeniería: ?Para saber hay que hacer y para hacer hay que saber??. Conocer la teoría para actuar materialmente y accionar en el mundo sensible para acumular conocimiento intangible. Virtuosismo en su estado más puro.
Es evidente que la separación de los párrafos responde a la necesidad de dividir conceptualmente las posturas, pero los puntos en común son indudables. El pensamiento de ambos fue sintetizado con la contundencia del Dr. Rosito: ?No admito a la gente que piensa cuánto le falta para jubilarse. Eso es muy aburrido?. Cualquier palabra sobra.
La vida es aprendizaje. Y cuando dejamos de aprender dejamos de vivir.
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